Historias de Praga I: El transporte y el perfume que me embriagó.

Para los que jamás vimos funcionar un tranvía por las calles de nuestra ciudad, nos es curioso llegar a Praga, ya que este es el transporte estrella de la ciudad. Con tan solo 3 líneas de metro y una red de autobuses que operan básicamente para conectar las afueras de la ciudad, el centro de la ciudad está dominada por vías y catenarias.

En líneas generales los tranvías y autobuses son bastantes antiguos a excepción de algunas líneas y sobretodo el metro, donde se nota que han invertido en maquinaria bastante moderna.

Es difícil perderse en la red de transporte de Praga ya que en cualquier medio que utilices siempre te anuncian la parada a la que llegas y la siguiente de forma gráfica y hablada. Otra curiosidad es el horario, está especificado y son bastante puntuales, así que siempre sabes con exactitud a que hora has de estar en cualquiera de las paradas. La excepción es el metro, que funciona como cualquier otro, con intervalos de paso.

El transporte es una red integrada, validas el billete en cualquier punto y puedes utilizar cualquier transporte por la ciudad durante una hora. Esto provoca que puedas subir al autobús o al tranvía por cualquiera de sus puertas y entrar al metro sin pasar por ninguna puerta. Todo funciona por buena fe ya que no vi ni un revisor (salvo en tren) en todo el viaje. Imaginaos que implantásemos ese modelo aquí, nos arruinaríamos en menos que canta un gallo.

Los trenes que operan por el país son también en líneas generales arcaicos, con un poco de imaginación te los puedes imaginar llenos de soldados Nazis durante la ocupación de la República Checa.

El punto en común que tienen todos los transportes es el olor. El olor de sus viajeros, ya que parece ser que el desodorante es un elemento apenas conocido en el país. Realmente no os lo podéis imaginar, es realmente escandaloso sobretodo en personas mayores y de mediana edad. Tan sólo la gente más joven se ha empezado a preocupar por el tema.